¿Amigos? Lo fuimos, muy buenos, si señor. Pero el problema es que no encuentro la explicación de por qué eso cambió tanto. Comencé a quererte demasiado. Y digo demasiado porque tú a mi no me querías. Me obligué a olvidarte, y lo conseguí. Pero un día no me diste opción, una mañana me obligaste de pronto a recordarte. Recuerdo todavía el momento exacto en el que tu mirada habló por ti, y poco a poco te acercaste a mi.
Recordando esto y los días de después, nunca te he podido odiar tanto. Te odio. Cuando ya te había olvidado me obligaste a recordarte, ¿te parece justo? A mi no. Ahora, de nuevo, sigo obligándome a olvidarte; pero, ¿para qué? ¿Para que un día de buenas a primeras te apetezca volver de nuevo? No. Ni me esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario